Cooperativas de ovejas para las víctimas de minas en el Sahara Occidental

Desde que estalló el conflicto del Sahara Occidental, en 1975, miles de personas de todas las edades han sido víctimas de las minas antipersona que siembran los alrededores del muro construido por Marruecos y que divide de norte a sur el territorio saharaui. En el caso de los exiliados de Tinduf, estos artefactos explosivos y otros restos de guerra condenan a muchos de los afectados que sobreviven y a sus familias a vivir en la extrema pobreza dentro de la situación de necesidad generalizada que ya implica vivir en un campo de refugiados en pleno desierto del Sahara.

Pero un proyecto de cooperación con ovejas ha recuperado la ilusión para algunas de estas familias con mutilados por minas terrestres. Con un programa innovador en este pedazo de desierto y unos buenos primeros resultados, la prosperidad de estas cooperativas infunde esperanza en uno de los sectores de población más desfavorecidos en los campamentos de refugiados saharauis.

 

Poco se iba a imaginar Marta Aoiz que el envío de paquetes al Sahara de forma totalmente individualizada y por su propia cuenta le llevaría a impulsar y desarrollar uno de los proyectos de cooperación más alentadores de los que se están implantando últimamente en los campamentos de refugiados de Tinduf.

Ropa, medicamentos, materiales sanitarios, de higiene personal y escolares y hasta sillas de ruedas iban llegando a los centros de salud, atención a las víctimas y educación de las diferentes wilayas. Algunos de los encargados de recibir todo lo que iba haciendo llegar Marta en sus envíos le estaban cada vez más agradecidos a la vez que crecía su interés por conocerla. Y así se lo hizo saber Daha Bulahi, el Responsable de Asistencia a las Víctimas de ASAVIM, la Asociación Saharaui de Víctimas de Minas, quien preguntó a Marta en qué momento viajaría a los campamentos trasladándole la necesidad de tratar con ella asuntos importantes e invitándola para ello a su casa.

Buyema Abdelfatah, a quien todo el mundo conoce como Castro – nombre que le vino hace ya tiempo por su parecido con el líder cubano recientemente fallecido – es el director del primer centro de educación especial que existe en los campamentos: el Centro de Educación e Integración, en la wilaya de Smara. Y en cuanto supo del viaje de Marta, insistió en alojarla también en su propia casa.

Estas invitaciones le llevaron a dar el empujón definitivo para viajar a los campamentos de Tinduf y conocer de primera mano todo aquello por lo que se estaba entregando. Y como le ocurre a cualquiera que pisa el Sahara y conoce a los saharauis, se acabó enganchando.

De esta forma, Marta bajó a los campamentos y supo de las necesidades y principales demandas de la población que vive en el exilio de Tinduf.

Pasó por el centro de educación especial, donde no sólo conoció personalmente a Castro, sino que también aprovechó para improvisar aquel día una pintura mural con los niños del centro. En otra ocasión, realizó para ellos un taller de dibujos rupestres saharauis.

Y conoció también a Daha, quien le dio a conocer por dentro ASAVIM y el Centro Mártir Cherif. Este centro acoge, en los campamentos, más de 50 personas entre heridos de guerra y víctimas de minas, bombas de racimo y otros artefactos explosivos.

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Centro de la Asociación Saharaui de Víctimas de Minas (ASAVIM) / foto extraída de la página de Facebook de ASAVIM

ASAVIM es una organización sin ánimo de lucro creada en 2005 en los campamentos de refugiados saharauis con el objeto de minimizar los traumas sufridos por las víctimas de las minas antipersona, bombas de racimo y otros restos explosivos de guerra. Su ámbito de actuación comprende los propios campamentos de Tinduf y los territorios liberados del Sahara Occidental.

La asociación trabaja por la integración social de la víctima y sus familias desde el momento del accidente explosivo, cumpliendo con un rol fundamental como organización y enlace entre las víctimas y sus familiares por una parte y la comunidad nacional e internacional por otra.

Debido a los embates del Frente Polisario en los años de la guerra (1975 – 1991), Marruecos se vio obligado a construir un muro a partir de 1980. Desde entonces, el Sahara Occidental ha quedado dividido de norte a sur por esta enorme barrera que mandó construir Hassan II y que se conoce como el Muro de la Vergüenza permitiéndole a Marruecos seguir ocupando una parte del territorio, lo que se llama el Sahara ocupado, mientras que los Territorios Liberados son controlados por el Frente Polisario.

Las Fuerzas Armadas Reales marroquíes utilizaron masivamente todo tipo de minas no solamente en los alrededores del muro, sino que también en otras zonas donde se concentraban sus tropas, convirtiendo al Sahara Occidental en uno de los países más contaminados por minas terrestres, bombas de racimo y otros explosivos sin explotar. Se calcula que, en el Sahara Occidental, hay de 7 a 10 millones de minas por las cuales actualmente se siguen sucediendo víctimas mortales o que acaban siendo mutiladas. Y es que, aunque se firmó un armisticio hace 25 años entre las dos partes, las minas siguen activas haciendo que, para ellas, la guerra continúe.

La última muerte que hay que lamentar es la del pasado 3 de noviembre en el Sahara Occidental ocupado , cuando un hombre murió después de que el camión en el que viajaba detonara una mina antitanque enterrada en los años ochenta.

El carácter indiscriminado que tienen estas armas tanto sobre la población civil como para los militares activos fue la causa por la que la comunidad internacional promoviera el Tratado de Ottawa (1997) sobre la prohibición del empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonales y sobre su destrucción. La República Árabe Saharaui Democrática (RASD) no tiene estatus oficial de Estado miembro de la ONU, lo que impide su adhesión formal. Pero, por su parte, el Frente Polisario sí que se adhirió, en 2005, al Llamamiento de Ginebra, una ONG neutral e imparcial dedicada a promover el respeto de las normas internacionales humanitarias por parte de los «actores armados no estatales» (AANEs) en situaciones de conflicto armado y en otras situaciones de violencia.

Hasta el momento, se desconoce el número exacto de víctimas de minas en el Sahara Occidental dada la dificultad para contabilizar las poblaciones de los distintos territorios que habitan los saharauis incluyendo la zona ocupada por Marruecos. Pero ASAVIM llevó a cabo, en 2012, un censo de víctimas vivas en los campamentos de refugiados de Tinduf financiado por el Ministerio del Exterior de Noruega y que contabiliza más de 1600 supervivientes en su base de datos. De las víctimas mortales, todavía no se tienen datos pero, en los dos recuentos, se siguen incrementando las cifras debido principalmente a la especificidad de la vida nómada de los saharauis.

Las víctimas que sobreviven, sufren de parálisis parciales o totales, amputaciones de alguno – o algunos – de sus miembros, pérdida de visión u oído y metralla incrustada en distintas partes del cuerpo, así como afectaciones psíquicas o sociales añadidas a la ya complicada situación que implica ser refugiado en la hamada argelina de Tinduf. Y como en cualquier otro lugar, estas personas a menudo encuentran barreras para su desarrollo y participación en su comunidad y, en ocasiones, arrastran a sus familias a la economía marginal, el estigma y la discriminación, llegando incluso a la negación de algunos de los derechos básicos como una adecuada alimentación, educación, empleo y acceso a la salud. Han sufrido la guerra, el exilio, la lucha por la supervivencia y continúan padeciendo situaciones de precariedad debido a las mutilaciones y el resto de deficiencias que padecen.

Con el fin de reintegrar a estas víctimas en la sociedad y para que recuperen su autoestima, se necesitan programas para reorientar psíquica y socialmente a estas personas. En ello está trabajando ASAVIM desde su creación, aunque la falta de financiación en los campamentos de refugiados de Tinduf hace que la dependencia de la ayuda humanitaria del exterior sea cada vez mayor. 

Marta quedó conmovida por el trabajo que realizaba ASAVIM, pero Daha le guardaba una sorpresa más. El responsable de Asistencia a las Víctimas de la asociación quería involucrarla en alguno de los proyectos que llevaba en mente desde hacía tiempo con el fin de promover una economía familiar para los afectados y sus familias. Las tres propuestas eran una tienda de ropa o alimentos, la venta de tarjetas SIM para móviles y una cooperativa de ganado.

Todas consistían en implicar en el proyecto a las víctimas y sus familias con el fin de promover su integración social a través de una microeconomía local que favoreciera la autoestima de las personas destinatarias y su participación inclusiva en la sociedad.

Las tres cumplían con los requisitos y requerían de apoyo económico, pero había que escoger una y se optó por la cooperativa de ganado porque era la que tenía más posibilidades de éxito al ser la más valorada por la sociedad saharaui.

Entre Daha y Marta, desarrollaron la idea de cómo debía conformarse esta cooperativa y en qué debía consistir su implantación en el terreno.

Marta, ya en Barcelona otra vez, se encargó de desarrollar minuciosamente todo el proyecto sobre papel calculando los costes de cada oveja, de la gasolina para el transporte y de cada centímetro de alambrada con el que se construirían los corralitos. Y hace tan sólo unos meses, en marzo de 2016, se crearon las dos primeras cooperativas familiares de ganado ovino, cuyos resposables en el terreno por parte de AVASIM son Daha Bulahi y Awala Lehbib, Responsable de Proyectos de esta asociación.

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Awala Lehbib (izquierda) y Daha Bulahi, de ASAVIM / foto facilitada por Marta Aoiz

Se decidió poner nombres a cada una de las cooperativas para que las familias personificaran los proyectos en los cuales estaban involucradas y así implicarlas de mayor forma. Y los nombres que se escogieron tienen que ver con la finalidad para las que se llevan a cabo: Esperanza y Constancia.

En un inicio, cada cooperativa necesita de una inversión económica que corre a cargo de entidades solidarias y otros proyectos que financien su implantación. La primera de ellas, Esperanza, pudo llevarse a cabo gracias a la financiación conseguida por la venta de obras donadas por artistas a la exposición 40 visiones saharauis, que tuvo lugar en Barcelona en octubre de 2015 y cuyo título aludía a los 40 años que se cumplían de la firma de los Acuerdos Tripartitos de Madrid, el 14 de noviembre de 1975, y el consiguiente éxodo de población saharaui hacia los campamentos derivado de la invasión marroquí.

La exposición contó con 90 obras expuestas entre pinturas, fotografías, esculturas y poemas de unos sesenta artistas diferentes, y el dinero recaudado ayudó a financiar la cooperativa familiar Esperanza en la wilaya de Auserd.

La exposición, ideada por Marta, contó con la colaboración de la Federació ACAPS (Associació Catalana d’Amics del Poble Sahrauí), la Associació pel Desenvolupament de Projectes Solidaris al Sàhara (APSS) y la asociación Red Logística Humanitaria (RLH).

La otra cooperativa, Constancia, en la wilaya de Bojador, se financió gracias a la colaboración y financiación de la asociación Sahara Horta, de Barcelona, miembro de la Federació ACAPS.

De esta manera, se establece un primer compromiso entre las entidades donantes, ASAVIM y la familia beneficiaria. Este compromiso se formaliza primero con un contrato entre el donante y ASAVIM y, luego, entre ASAVIM y la familia saharaui.

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Awala Lehbib (centro), Daha Buhali (derecha) y Marta Aoiz, entre ellos, en un momento de la firma del contrato de una de las cooperativas con una de las familias beneficiarias / foto facilitada por Marta Aoiz

Los compromisos de ASAVIM con el proyecto son cinco. El primero de ellos es escoger la familia que va a ser beneficiaria. Para ello, ASAVIM realiza un estudio atendiendo a la discapacidad de la víctima, la necesidad en función de la economía familiar, la responsabilidad en el compromiso con el proyecto y la exigencia de la participación de, al menos, una mujer en el mismo.

De esta manera, para Esperanza, se escogió a la familia de Mohamed Embarek, con 8 hijas, en Auserd; y para Constancia, se escogió a la de Seyni Foli, con 8 hijas y 2 hijos, de Bojador.

El segundo compromiso de ASAVIM es adquirir y entregar los elementos de la instalación del corralito, que incluye una cisterna de agua y baldes para la comida. Para ello, Marta y ASAVIM ya han hecho un estudio previo de los costes de la instalación del cercado con los datos que va transfiriendo Daha desde el terreno.

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Diapositiva del Power Point que utiliza Marta Aoiz en las presentaciones del proyecto de las cooperativas de ganado ovino

El tercer compromiso de ASAVIM pasa por adquirir y entregar a la familia beneficiaria 5 ovejas preñadas o, preferiblemente, con cría. Estas ovejas son compradas en los mismos campamentos de refugiados para asegurar la aclimatación de los animales a las duras condiciones de vida en la hamada.

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Otra de las diapositivas del Power Point que utiliza Marta Aoiz en las presentaciones del proyecto de las cooperativas de ganado ovino.

El cuarto es la adquisición, por parte de ASAVIM, de los alimentos para los animales y facilitarlo a la familia beneficiaria una vez al mes durante un período de dos años. Para ello, se ha hecho un estudio previo para conocer el consumo medio alimentario de las ovejas, el tipo de alimento, los costes de los mismos y el ahorro en su adquisición y transporte.

Por último, el quinto compromiso que asume ASAVIM es el de hacer un seguimiento de la cooperativa elaborando un informe de evolución mensual.

Los gastos de cada uno de estos compromisos están debidamente computados y desglosados en el proyecto elaborado entre Marta y ASAVIM, así como el coste bianual de la cooperativa para que la entidad donante pueda disponer, desde un inicio, del máximo de información para su financiación.

La familia beneficiaria, por su parte, también adquiere una serie de compromisos que pasan por:

  • Alimentar, cuidar y no disponer de las ovejas más allá de lo establecido.
  • Entregar 4 ovejas al final del primer año, y 3 más, al final del segundo.
  • A partir del tercer año, ya no se exigirá a la familia beneficiaria entregar más animales, pero se pactará mantener un determinado número de cabezas en los años tercero y cuarto con el fin de hacer productiva la cooperativa. Se pretende con esto que la propuesta de inversión sea convincente, viable y con alta probabilidad de sostenibilidad.
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Awala Lehbib (izquierda), de ASAVIM, en la jaima de la familia de Seyni Foli, beneficiaria de la cooperativa Constancia, en Bojador / foto facilitada por Marta Aoiz

Hasta ahora, y según se desprende de los primeros informes llegados desde Tinduf, los gastos reales por la instalación del cercado y la adquisición de ganado y alimento se han ajustado bastante a lo presupuestado en el proyecto, siendo positiva la desviación comparativa con los gastos previstos.

La finalidad de cada una de las cooperativas no es sólo ofrecer a las familias beneficiarias la posibilidad de salir de la situación de pobreza absoluta, sino que se persigue también la creación de nuevas cooperativas familiares con la cesión de ovejas que, en los primeros dos años, va “devolviendo” cada familia beneficiaria. En ese sentido, se va incrementando el número de cooperativas dentro de un modelo sostenible.

Según las recientes informaciones enviadas por ASAVIM desde los campamentos, la cooperativa Esperanza ya cuenta con 11 ovejas. Por su parte, Constancia cuenta aún con 9, aunque se espera que pronto nazca otra cría.

Nuevas entidades y algunos ayuntamientos ya han mostrado su interés en financiar una nueva cooperativa, siendo ya aprobado alguno de estos proyectos por el Fons Català de Cooperació.

Se espera que este interés por las cooperativas familiares de ganado ovino vaya en aumento. Si se está interesado en participar en una de ellas, se puede contactar con ASAVIM a través de uno de sus responsables, Daha Bulahi, con el correo electrónico bulahi65@gmail.com

También puede contactarse con Marta Aoiz con el e-mail aoiz@terra.com

 

 

 (*) Foto de cabecera: Familia de Mohamed Embarek, beneficiaria de la cooperativa Esperanza, en Auserd / foto facilitada por Marta Aoiz

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