En un paseo por el Parque del Retiro de Madrid entre fuentes, jardines y estanques, uno no espera toparse con una colorida jaima del desierto saharaui. Pero ahí está “Tuiza. Las culturas de la jaima”, un proyecto de Federico Guzmán para el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía con la que el artista ha querido acercarnos a la cultura saharaui. Tuiza no es una jaima tradicional ni tampoco de las que, junto a construcciones de adobe, conforman los campamentos de refugiados de Tinduf. Al contrario, ésta es una interpretación de la idea de jaima y, por extensión, de todo el mundo saharaui. Con este propósito, ha sido confeccionada, toda ella, con melhfas de colores, que son las prendas que visten las mujeres saharauis, a quienes Federico Guzmán ha querido dedicar esta obra.
El desierto queda lejos, pero este artista sevillano ha conseguido que, en un entorno bucólico entre parterres, se alce una jaima, y qué mejor sitio que dentro de un Palacio de Cristal, en el corazón mismo de El Retiro.

Federico Guzmán (Sevilla, 1964) es un artista consagrado a nivel internacional. Su encuentro con otras tradiciones ha ido influyendo en su trayectoria de forma que ahora necesita de la diversidad para expresar su arte. La constante búsqueda de participación colectiva en un espacio común le permite interpretar un mundo global con espacios de conexión entre diversos acervos culturales. Quizá por esto encajó tan bien en la idea en la que se fundamenta ARTifariti, de la que es colaborador desde hace años.
ARTifariti es un encuentro cultural en los Territorios Liberados del Sahara Occidental que promueve el arte como lenguaje y herramienta para la reivindicación de los derechos humanos y del derecho de las personas y pueblos a su tierra, cultura, raíces y libertad. El arte y la concepción del mundo de Federico Guzmán casan a la perfección con este planteamiento y, por este compromiso con las culturas en general, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía le encargó, hace un par de años, una propuesta para una obra de encuentro. Federico Guzmán ideó entonces esta jaima con el fin crear un espacio de confluencia donde tengan lugar diversas materializaciones del arte, el conocimiento y la avenencia entre culturas.
Requirió de dos arquitectas, Maripi Rodríguez y Charo Escobar, para levantar su proyecto en una estructura fija. Dice Federico que, para la composición de sus obras, necesita de la colaboración de otras personas y que, de esta forma, consigue huir de la responsabilidad total del artista único. Federico Guzmán concibe el arte como un tejido de comunicaciones, un espíritu colectivo, evolutivo y transformativo que se convierte en un proceso común y abierto a todos.
Esta idea transpersonal y evolutiva del arte se plasma en la jaima levantada en El Retiro. No solamente ha sido levantada para y en comunidad sino que, además, la gente acude a ella. Es entonces cuando el visitante entra en contacto con algo que contrasta con el entorno. ¿Qué hace una jaima del desierto en unos jardines y dentro del Palacio de Cristal? Para Federico Guzmán, es una jaima futurista, utópica, una interpretación de la jaima saharaui pero con un profundo simbolismo. Es un discurso lleno de significación.

Las melhfas que componen la estructura de la jaima provienen del campamento de Bojador, antes campamento “27 de febrero”. Allí las mujeres saharauis tiñeron las melhfas para este proyecto en un taller organizado por el mismo Federico Guzmán. “Esta jaima es un homenaje a las mujeres saharauis, que son quienes levantaron los campamentos al inicio del exilio”, explica al artista.
Cuenta que fueron precisamente esos primeros momentos del exilio saharaui los que inspiraron su obra. Concretamente, los momentos de la huida de la población civil desierto adentro, cuando era perseguida y bombardeada incluso con napalm y fósforo blanco por la aviación marroquí. En su travesía, la población saharaui en ocasiones sólo hallaba algunos matorrales como único cobijo a cielo abierto.
“Pensé en las mujeres despojándose de sus melhfas y colgándolas en las ramas de las matas para proporcionar protección a los niños y a las personas mayores”, describe Federico mientras gesticula con los brazos y las manos. De repente, los baja y mira fijamente a los ojos del entrevistador asintiendo con la cabeza: “Esas protecciones fueron las primeras jaimas en el exilio”. Para Federico Guzmán, la jaima es, en sí misma, protección, humanidad y refugio. “Es un espacio de hospitalidad”, concluye.

Tuiza es una palabra que, en hassanía – el dialecto del árabe que se habla en el Sahara Occidental, significa trabajo colectivo, solidario, que es precisamente lo que reivindica Federico Guzmán con este proyecto. Enmarcado en un sentido de la sostenibilidad y el colaboracionismo, Tuiza consigue ser un espacio de encuentro donde, entre el 16 de abril y el 30 de agosto de 2015, se ofrecen una gran variedad de actos culturales que van desde la poesía, las conferencias y los cuenta-cuentos, hasta los talleres, la música y el cine, sin que falte, por supuesto, la ceremonia del té.
Por la tuiza, han pasado multitud de artistas y conferenciantes que han hecho de este lugar una confluencia de dos maneras de entender el intercambio cultural y de conocimiento. Por un lado, sirve de encuentro académico entre artistas, activistas, estudiosos de diferentes disciplinas y otros expertos que han generado constructivos debates en sus respectivas materias. Y por el otro lado, este collage mestizo que es la Tuiza también permite salirse del mundo académico para dejarse llevar por la simple complacencia de lo exhibido en la jaima independientemente del conocimiento que tenga uno del pueblo saharaui o de cualquier otra de las culturas que aquí van siendo representadas.
Para Federico Guzmán, la cultura es un patrimonio común y colectivo, y cualquiera puede ser partícipe de un evento que implique unión, solidaridad y empatía. De ello fue buena muestra el sensacional concierto que ofreció Aziza Brahim en la tuiza el pasado 9 de mayo, uno de los eventos más esperados de estos meses. Aquí tenemos un video de esa actuación capturado por Carlos Cristóbal y subido a YouTube:
Otra visita que destaca Federico Guzmán es la de Boaventura de Sousa y su “ecología de saberes”. En cierto modo, el artista es atraído por la visión integral de las políticas de la que habla el sociólogo portugués, pero sobretodo por su perspectiva ecológica de las culturas.
De esta manera, la colectividad de la tuiza se traslada simbólicamente a otras tradiciones y sirve de marco de lucha para distintas culturas o contextos. Existe un movimiento ecléctico al espacio que sirve de conexión intercultural y que permite que la tuiza de Federico Guzmán haya acogido otras formas culturales que vienen de lejos, como son el budismo a través de su música y el cuenco tibetano que la acompaña, o los poetas venidos de otros países árabes como Libia, Irak y Palestina.
Pero son particularmente dos las culturas que, de alguna manera, Federico Guzmán ha querido fusionar en la tuiza. Son dos culturas que él conoce muy bien y ambas provienen del desierto. Pero son dos desiertos diferentes y que distan miles de kilómetros el uno del otro. Uno es el desierto saharaui del campamento de Bojador, de donde provienen las melhfas que se han utilizado para confeccionar la jaima. El otro desierto está en Suramérica: es el desierto de La Guajira, en un extremo norte entre Colombia y Venezuela, donde viven los wayúu, un pueblo indígena del Caribe que intenta mantenerse en el tiempo conservando su propio estilo de vida. “Son unos indios que no fueron del todo colonizados”, le gusta decir a Federico. Pero la realidad es que la sequía y la desnutrición acechan el porvenir de esta comunidad de alrededor de medio millón de personas.
Las mujeres saharauis tiñeron las melhfas con las que se confeccionó Tuiza, pero Federico Guzmán ha traído de La Guajira otros tejidos que la comunidad wayúu pintó para este mismo proyecto y que ahora se exhiben en un costado de la jaima, tal y como quiere el artista sevillano, que, en cierto modo, pretende colocar, en un mismo nivel, las dos culturas hermanándolas a través de sus aportaciones para la Tuiza. Y es esto precisamente lo que persigue Federico Guzmán: el encuentro entre culturas y la utilización de las herramientas de la estética para nuevos vocabularios con los que explicar los conflictos de los pueblos. Y estas herramientas son el arte y el jugar con los colores, las luces y la narrativa de los espacios.
A pesar de que el día a día del pueblo saharaui no se entiende sin tener presente la realidad del conflicto con Marruecos, la jaima levantada por Federico Guzmán va más allá de la actualidad política del momento y permite descubrir la cultura saharaui de una forma mucho más armónica para el visitante. Como explica el mismo Federico, “la tuiza crea un diálogo que no viene fijado por parámetros de propaganda, sino de los de la cultura saharaui en sí misma”.

Para insistir mejor en esta última idea, añade: “como ves, para la confección de esta jaima no se han utilizado banderas, sino sólo melhfas”. Con ellas, la transmisión de la vida tradicional saharaui llega de otra forma al visitante. No son políticas, ni derecho internacional, ni convenios de Ginebra. Es el lenguaje de la henna, las melhfas y del resto de objetos que se exhiben en la tuiza, con los cuales se transmiten los valores de solidaridad, coexistencia y hospitalidad, tan presentes en la vida tradicional saharaui.
Y en ocasiones, este lenguaje llega más lejos que las propias palabras. “Detrás de estas melhfas existe el dolor, la barbarie y la injusticia que ha estado sufriendo todo el pueblo saharaui en estos 40 años que dura la ocupación de su tierra por parte de Marruecos”. Y en esta dualidad dolor-conflicto, Federico Guzmán explica que “la jaima es un símbolo de resistencia, pero sobretodo lo es desde Gdeim Izik”, y mientras recuerda el formidable campamento de protesta que supuso aquella concentración de jaimas entre octubre y noviembre de 2010, destaca el simbolismo que suponen, desde entonces, las jaimas levantadas en las azoteas de las casas en el Sahara ocupado, imposibles de ver desde las calles por las fuerzas de ocupación marroquíes y el resto de los colonos.
Federico Guzmán ha querido conectar con aquella realidad y solidarizarse no sólo con los saharauis que viven en el territorio ocupado, sino con todo el pueblo saharaui en general. Y lo ha hecho levantando su jaima en este Palacio de Cristal.
El Palacio de Cristal es un edificio de finales del siglo XIX, concretamente de 1887, construido con motivo de la Exposición General de las Islas Filipinas, celebrada ese mismo año. Es un edificio colonial para celebrar una exposición con nombre de colonia, las Filipinas, y qué mejor que, en el corazón mismo de este edificio que representaba, pues, al colonialismo, alzar una jaima. “Es como si los que son o fueron colonizados se levantasen contra los valores coloniales y capitalistas”, dilucida Federico Guzmán. No puedo estar más de acuerdo.
La verdad es que, durante la conversación, llega muy bien lo que Federico se propone transmitir. Su apacible expresividad te lo pone fácil.
Con “Tuiza. Las culturas de las jaima”, el artista ha querido crear un espacio de creatividad y reflexión bajo una jaima y que simboliza un lugar de acogida para diferentes formas de entendimiento. Ya en la vida tradicional saharaui, es en la jaima donde se reúne la familia al final del día y tienen lugar las charlas cotidianas alrededor del té; o se tratan asuntos de otra índole con algún vecino o amigo. La jaima tiene esa función de acogida, pues se recibe al visitante, se acepta al viajero y se cobija al necesitado, y todo ello, con hospitalidad y cortesía, valores por los cuales siempre se ha caracterizado el pueblo saharaui.
La idea de Federico Guzmán es que, en esta jaima de El Retiro, también se establezcan redes de amistad y entendimiento entre personas, pueblos y culturas. “Busco despertar colectivamente, donde la familia humana sienta y perciba la integración, el amor, el cariño…, valores pacifistas que, partiendo de la cultura saharaui, se abren al planeta”.

Federico Guzmán tiene previsto trasladar la Tuiza a Donostia/San Sebastián para el año que viene, pues la ciudad es la Capital Europea de la Cultura 2016. Para ello, se ha programado el proyecto cultural “Entre arenas” con el cual la ciudad donostiarra cimienta su relación de solidaridad que durante décadas ha mantenido con el pueblo saharaui. Este proyecto se ha coproducido con el Museo Reina Sofía de Madrid, al que cabe reconocer muy positivamente su deferencia y sensibilidad con el pueblo saharaui siendo como es una institución dependiente de un Ministerio, pues sabemos cuan difícil es una muestra de esta magnitud por parte del Gobierno español.
(*) La imagen de cabecera del artículo es un detalle de las melhfas con las que se ha confeccionado la jaima de «Tuiza. Las culturas de la jaima» / foto: @campelho