El conflicto del Sahara Occidental está viviendo estos días el capítulo militar más tenso de los últimos años. El pasado mes de agosto, fuerzas militares marroquíes violaron el alto el fuego firmado en 1991 y atravesaron el Muro de la Vergüenza para adentrarse, por el paso de la región de El Guerguerat, en el territorio controlado por el Frente Polisario. Este muro, que separa de norte a sur el Sahara Occidental, fue construido por Marruecos como un muro de contención ante las incursiones polisarias en los años de la guerra. Pero teniendo en cuenta los últimos acontecimientos, veremos si toda contención en favor de la paz es poca ante la constante amenaza de la vuelta a las armas.
El pasado 6 de septiembre se cumplieron 25 años de la entrada en vigor del alto el fuego entre Marruecos y el Frente Polisario, en 1991. Desde entonces, han sido varias las ocasiones en las que Marruecos ha violado el acuerdo. La última había tenido lugar el pasado 27 de febrero de este mismo año cuando, coincidiendo con la celebración del 40 aniversario de la proclamación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf, en Argelia, un pastor nómada saharaui fue abatido a tiros por soldados marroquíes cerca del muro. Pero a pesar de las repetidas violaciones del alto el fuego por parte de Marruecos, nunca se ha ido más allá, por la parte saharaui, de alguna protesta formal en el seno de las Naciones Unidas (NNUU) o ante su Secretario General, como tuvieron ocasión de hacerlo los dirigentes del Polisario y de la RASD el pasado marzo cuando Ban Ki-Moon visitó los campamentos de refugiados saharauis y los Territorios Liberados del Sahara Occidental.
Pero esta vez como nunca en muchos años, Marruecos ha ido un paso más allá y, con el pretexto de la construcción de una carretera que uniera la parte del Sahara que ocupa con Mauritania y el anuncio de una supuesta operación de limpieza de tráfico ilegal, ordenó la incursión de sus tropas en el territorio controlado por el Polisario cruzando el paso de El Guerguerat y provocando una escalada de tensión en la región que bien podría desencadenar el retorno de las hostilidades entre las dos partes.
La reacción del Frente Polisario no se hizo esperar y rápidamente el Ejército de Liberación Popular Saharaui (ELPS) llegó hasta el paso haciéndose con el control de la zona invadida por el ejército marroquí haciéndolo retroceder otra vez hasta detrás del muro.
La MINURSO, la misión de la ONU en el territorio, también hizo lo propio y se desplazó hasta el estratégico enclave para evitar que esta flagrante violación del alto el fuego por parte de Marruecos desatase otra vez el conflicto armado tanto tiempo latente.
Desde los años de la guerra (1975 – 1991) y su alto el fuego, el Sahara Occidental ha quedado dividido de norte a sur por un muro que construyó Hassan II y que se conoce como el Muro de la Vergüenza permitiéndole a Marruecos seguir ocupando una parte del territorio, lo que se llama el Sahara ocupado, mientras que los Territorios Liberados son controlados por el Frente Polisario. En estos 25 años desde el cese de las hostilidades, el muro había mantenido a las dos partes enfrentadas en el territorio que cada una controla sin que la otra parte se hubiera atrevido a cruzar al otro lado del muro de la manera en la que lo ha intentado hacer ahora Marruecos por el paso de El Guerguerat.
El Muro de la Vergüenza fue construido por Marruecos en los años de la guerra como contención ante los continuos embates que infligía el ejército saharaui al marroquí en los territorios que éste había ocupado y por los fuertes enfrentamientos que suponían en general las campañas bélicas contra el Frente Polisario.
Larry Casenave (1), ex legionario español que se pasó a las filas del Polisario y fue combatiente del ELPS durante los años de la guerra, nos lo explica: “Marruecos se vio en la necesidad de crear el Muro de la Vergüenza debido a la gran movilidad que tenía el ejército saharaui, ya que sabía que la única forma de frenarlo era creando un muro de miles de kilómetros […] y cortar el Sahara en dos y evitar, así, cualquier penetración del Polisario. En vez de atacar, lo que hizo Marruecos fue, pues, defenderse”.
“El hecho de que la guerra durara más de lo previsto y que tuvieron que crear un muro de defensa demostraba que el pueblo saharaui, siendo aún minoritario en número, era más eficaz en el combate y en el conocimiento del desierto, indiscutiblemente”, continúa Larry. “Las bajas marroquíes lo confirman, y la cantidad de prisioneros de guerra también: el Frente Polisario llegó a tener cerca de 3.000 prisioneros marroquíes […], pero prisioneros en combate de soldados saharauis por parte de Marruecos no llegaron al centenar”.
Los éxitos de los saharauis en el campo de batalla empujaron a Marruecos a la construcción del muro. Parecía no haber alternativa, puesto que el ejército marroquí era derrotado constantemente a campo abierto. ¿Pero cómo se construye un muro en medio del desierto a lo largo de 2720 kilómetros y partiendo en dos un vasto territorio como el Sahara Occidental? ¿Qué ideación de muro podía albergar estas pretensiones?
Hacia el año 1980, si no antes, un informe de la CIA, la Agencia Central de Inteligencia estadounidense, ya alertaba a Occidente de que, si no se hacía algo al respecto con esta guerra en el Magreb, cualquier movimiento haría tambalear el trono del aliado Marruecos. Es por entonces cuando se organiza en Rabat una reunión con agregados militares y otros expertos occidentales con el Estado Mayor marroquí y se planifica la creación de los muros con el apoyo logístico de los Estados Unidos, Francia e Israel y la financiación de los petrodólares de las monarquías del Golfo, especialmente de Arabia Saudí.
Lo que conocemos como el Muro de la Vergüenza son, en realidad, un conjunto de seis muros que se iban construyendo por fases a medida que el ejército marroquí se afianzaba cada vez en más territorio, especialmente en el litoral marítimo y lo que se conoce como el triángulo útil, que abarca la capital, El Aaiún, y las principales explotaciones mineras. De esta manera, los saharauis se vieron excluidos de los recursos naturales de su propia tierra mientras el Reino de Marruecos se beneficia ilegalmente de su comercio con otros países y la Unión Europea.
El último de estos muros se erigió en abril de 1987 y, desde entonces, el Muro de la Vergüenza constituye el segundo muro más largo después de la Muralla China y “el mayor obstáculo militar operativo del mundo” según algunos analistas internacionales, tal y como apunta la Campaña Internacional Contra el Muro de la Ocupación Marroquí en el Sahara Occidental “juntos para derribar el muro”.
Esta campaña internacional, nacida en la EUCOCO(2) de 2013, hace la siguiente descripción del muro:
“Es un conjunto de muros de arena y piedra de entre dos y tres metros de altura, y se extiende a lo largo de puntos topográficos elevados (como picos y montes) en todo el territorio saharaui. Está protegido por bunkers, zanjas, parapetos, trincheras, alambradas, minas y sistemas electrónicos de detección y defendido por más de 160.000 soldados marroquíes. Cada 5 kilómetros del muro hay una base militar de alrededor de 100 soldados. Cerca de cuatro kilómetros detrás de cada punto de observación hay un puesto ocupado por una fuerza móvil de intervención rápida (con vehículos blindados, tanques, etc.) Distintos grupos de radares fijos y móviles, de un alcance de entre 60 y 80 kilómetros, están colocados a lo largo del muro. Según algunas fuentes, Marruecos gasta 2 millones de dólares diariamente para mantener el muro.”
Una de las principales amenazas para el modo de vida tradicional nómada saharaui es precisamente el hecho de que este muro esté reforzado por millones de minas antipersona y anticarro colocadas por Marruecos a lo largo de todo su recorrido. Esta es una de las principales preocupaciones para el pueblo saharaui y el Frente Polisario, no sólo por las numerosas víctimas que se van sucediendo a ambos lados de esta enorme barrera, sino porque, aunque algún día el conflicto se termine, las minas van a permanecer allí donde están ahora, enterradas. Para ellas, las guerras no terminan. Cuando las guerras acaban para nosotros, las minas continúan con su periodo de actividad hasta que algo o alguien las acciona, si no se ha logrado antes su desactivación. Y este proceso de desminado es un procedimiento laborioso y extremadamente lento debido al sumo cuidado que requiere.
El reino de Marruecos, por el contrario, nunca se ha prestado a colaborar con el desminado de los territorios que ocupa ni es firmante de la Convención de Otawa (1997) sobre la prohibición del empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonales y sobre su destrucción. Al contrario, su interés en conservar el muro plagado de minas pasa por mantenerlo fortalecido ante la posibilidad de que, en algún momento, las armas vuelvan a hablar en el Sahara.
Su construcción en los años ’80 reveló la debilidad de Marruecos de no poder acabar con el ejército saharaui. Si el objetivo del ejército marroquí era terminar con el Frente Polisario, lo lógico era que atacara. En el momento en que Marruecos renuncia al ataque y crea unas defensas, constata que su capacidad ofensiva y de exterminio no es posible, evidenciando su debilidad en la guerra y optando por defenderse cuando él es el agresor.
Para el Polisario, la construcción del muro también supuso un importante inconveniente. En una operación a campo abierto, en pleno desierto, la libertad de acción era mucho más rápida y suponía menos desgaste militar para las filas polisarias. Pero la construcción del muro frenó bastante la ofensiva del ejército saharaui y la recuperación que éste necesitaba en cada batalla. No obstante, el ELPS tuvo la capacidad de adaptarse y modificó sus estrategias consiguiendo nuevas e importantes victorias sobre su adversario.
Marruecos, por su parte, no podía mantener por más tiempo el desgaste militar y económico que suponía esa guerra en el Sahara a lo largo del muro y finalmente terminó por presionar para lograr las negociaciones que posteriormente condujeron al alto el fuego de 1991 auspiciado por las NNUU y que preveían la celebración de un referéndum de autodeterminación para el pueblo saharaui al cabo de seis meses.
Pero con el paso del tiempo, y al no celebrarse nunca ese referéndum, el pueblo saharaui se dio cuenta de que aquellas negociaciones de 1991 solamente fueron una maniobra más que utilizó Marruecos para ganar tiempo y seguir ocupando el Sahara a un lado del muro, donde impera la barbarie sobre la población autóctona, los saharauis, mientras se favorece la implantación de colonos marroquíes contraviniendo el artículo 49 de la Convención de Ginebra.
Aunque frenar los ataques del Polisario constituía inicialmente la principal razón para la construcción del Muro de la Vergüenza, éste se fue convirtiendo también en otras formas de muro, como la del bloqueo informativo que silencia de forma absoluta esta represión constante que las autoridades marroquíes ejercen sobre la población saharaui desde la ocupación del territorio, en 1975.
Jurídicamente, el Muro de la Vergüenza se asemeja al levantado en Cisjordania por Israel. En 2004, la Corte Internacional de Justicia de La Haya emitió un dictamen sobre la legalidad de la construcción del muro en Palestina, momento que aprovechó la Corte para establecer las obligaciones de Israel en los territorios ocupados palestinos en la medida que la construcción del muro viola el derecho de la libre determinación del pueblo palestino. De la misma manera, lo dicho en La Haya es aplicable al caso saharaui, es decir, que el Muro de la Vergüenza, mucho mayor, cercena la integridad territorial del Sahara Occidental y viola el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui.
Pero por el momento, Marruecos es el gran consentido en las NNUU en cuanto al Sahara se refiere. Sabe que el tiempo corre en su beneficio mientras años de ambigüedad en la ONU mantienen el status quo que tanto favorece las expectativas del Majzén, que no tiene otro objetivo que marroquinizar el Sahara Occidental.
Desde nuestros países, deberíamos preguntar a nuestros representantes gubernamentales por qué parte de nuestros impuestos se destinan como ayuda a Marruecos si el régimen alauita los utiliza para la violación de los derechos humanos en el Sahara ocupado y para financiar la compra de armas, minas antipersona, radares de detección empleados en ese muro o, incluso, material con el que reprimir brutalmente a manifestantes pacíficos y demás población saharaui en el territorio ocupado, un territorio, por cierto, que está pendiente de descolonización y del que España es aún la potencia administradora, según un dictamen del ex asesor de NNUU, Hans Corell (2002).
Pero por el contrario, los diferentes Gobiernos españoles siempre han desatendido sus responsabilidades legales, morales e históricas con el Sahara Occidental y el pueblo saharaui cuando no han jugado un papel más activo en favor de Marruecos, tal y como se esmeró en hacerlo Felipe González, quien sabe mucho de ventas de armamento al Reino alauita y de la construcción y abastecimiento del muro en los años en que residía en La Moncloa.
El muro no es una metáfora. Es una barrea física de dimensiones colosales en medio del desierto pero que, a pesar de su tamaño y de la constante violación de los derechos humanos en el Sahara ocupado, pasa inadvertido en los medios de comunicación incluso ahora, cuando el episodio de El Guerguerat parece que empieza a disparar las alertas de algunas agendas internacionales.
Pero esta vez, la cosa no va de minas antipersona segando vidas humanas cerca del muro, ni de bloqueos informativos o desapariciones de saharauis en el territorio ocupado, motivos todos suficientemente poco importantes para la comunidad internacional como para que se le preste atención al conflicto. No, ahora la cosa va de dos ejércitos enemigos, el marroquí y el saharaui, enfrentados a tan sólo unos pocos cientos de metros el uno del otro en un paso estratégico del muro en el sur del territorio.
Las NNUU y la comunidad internacional en general se la están jugando mucho desatendiendo las vías pacificas y de diálogo entre las partes, y el muro no es ninguna garantía para contener por tiempo indefinido la guerra. Quizá para Marruecos significó un freno para los rápidos ataques del ELPS, pero eso no es garantía de nada, y los saharauis lo saben bien. No en vano se llevaron a cabo varias operaciones militares importantes entre los años 1989, 1990 e, incluso, 1991, cuando ese muro fue franqueado muchas veces. Ya nos lo advirtió en su día, hace ya algunos años, el actual presidente de la RASD y secretario general del Frente Polisario, Brahim Gali (3), “frente a unos combatientes voluntarios, determinados, combativos, que creen en lo que están haciendo y que defienden lo justo, ahí ningún muro puede ser infranqueable”.
Démosle oportunidad a la paz. Si no, la guerra está más que servida.
(1) y (3) Entrevistas realizadas con Al-Haima para el documental Saharauis, entre la ocupación y el exilio (2010)
(2) Conferencia Europea de Apoyo y Solidaridad con el Pueblo Saharaui (EUCOCO)
(*) Foto de cabecera: Base militar con soldados marroquíes en el Muro de la vergüenza / Foto extraída de la página de Facebook de la Asociación Saharaui de Víctimas de Minas (ASAVIM)