El próximo viernes 1 de febrero, se inaugura, en Barcelona, la exposición «Horitzons, tres mirades«, donde Marta Aoiz, Roser Estrada y Lluís Rodríguez expondrán una serie de obras entre pinturas y fotografías donde estará muy presente el Sahara Occidental.
Mirar el horizonte estimula a los tres autores, y más aún si genera espejismos, pues saben que más allá, lejos, viven los sueños e intuyen, en lo desconocido, el símbolo de lo que podrían conseguir. Un total de tres miradas particulares que presentan el punto donde atraviesa la línea mágica del horizonte.
Esta vez, me uno al trabajo de dos artistas de dilatada trayectoria como son Marta Aoiz y Roser Estrada para presentar esta exposición sobre horizontes y que podéis visitar del 1 al 15 de febrero en el Centre Cívic Pere Pruna, de Barcelona.
Marta Aoiz nos muestra varias pinturas al óleo con diferentes visiones del horizonte. Los suyos son horizontes de mar, líneas aún visibles pero que nos inquietan y nos dirigen a lo desconocido empujándonos hacia la libertad.
Marta entiende el arte como un potenciador de sentimientos, de sensaciones, y la visión de un horizonte siempre estimulará su imaginación. A través de sus pinturas, buscará siempre algún tipo de liberación, pero también una oportunidad para la reflexión.
En la trayectoria artística de la pintora, se observa un cambio derivado tanto de los procedimientos como de la técnica empleada. Comenzando de forma autodidacta con la acuarela, fue pasando luego al óleo al cual se han ido incorporando materiales si el tema lo requiere. Aparte de otros géneros de pintura practicados, es en el paisaje donde se siente más identificada.
Y es en esa eterna búsqueda de la libertad donde se encontró un día en el camino con los saharauis, un pueblo que también ansía horizontes propios pero desde una tierra que le fue arrebatada y que quiere pronto libre otra vez.
Marta lleva años colaborando con el pueblo saharaui en diferentes proyectos, como el de las cooperativas de ovejas para familias víctimas de minas, del que es la artífice y principal impulsora, una interesante iniciativa de éxito en la que se ha implicado también la ONU. Para Marta, el pueblo saharaui está presente en su día a día y le sirve de inspiración para sus obras.
«El horizonte del mar es anhelado por la población saharaui que vive en los campamentos de refugiados en contraposición al actual horizonte de arena«, explica Marta haciendo referencia a la inmensidad del desierto donde se ubican dichos campamentos, lejos del territorio saharaui que baña el Atlántico y que ocupa ilegalmente Marruecos desde hace más de cuatro décadas. «Muchas adversidades que tienen lugar en el mundo, como la que vive el pueblo saharaui, pueden ser consecuencia de una crisis de valores que ha deteriorado las relaciones humanas. Las conductas antisociales, insolidarias, deshumanizadas y la falsa creencia de vivir acelerados para que no “nos pasen por encima” hacen que seamos cada vez más individualistas.”
La artista nos recuerda como António Guterres, en su discurso de investidura como Secretario General de las Naciones Unidas en 2016, identificó uno de los males que aquejan al mundo al asegurar que el miedo impulsa las decisiones de muchas personas en todo el mundo. «Por ese motivo«, continúa, «señalaba que es necesario comprender esas preocupaciones, pero no perder de vista los valores universales recogidos en la Carta de las Naciones Unidas: la paz, la justicia, el respeto, los derechos humanos, la tolerancia y la solidaridad.«
Para Marta, se hace evidente la necesidad de fomentar el diálogo intercultural con la finalidad de localizar aquellos valores que unen a los seres humanos por encima de las diferencias que nos separan. “Podemos aceptar a alguien y a la vez no compartir su perspectiva, igual que, cuando viajamos a cualquier país con choque cultural, aceptamos su cultura aunque no la compartamos. Aceptando al otro, comprendemos su derecho legítimo a existir.«
Roser Estrada, por su parte, presenta pinturas, fotos y transferencias. Huye de las clasificaciones y su obra es multidisciplinar.
Los horizontes que presenta Roser combinan la técnica de la instalación, la pintura y la fotografía sublimada representando la conexión entre diferentes mundos y culturas. Mundos en decadencia que miran al horizonte para salir del desastre.
Quizá el Sahara Occidental queda en un lugar destacado de la exposición por el estrecho vínculo que me une con el pueblo saharaui. De hecho, las fotografías no solamente buscan trasladar al espectador la infinidad de la hamada de Tinduf, el inhóspito desierto argelino donde malviven los refugiados saharauis desde hace más de 43 años, sino que esta selección de imágenes pretende hacer una llamada de atención a la larga lucha de pueblo saharaui hacia el horizonte de su libertad.
Tanto en Daira de Mahbes (2010) como sobre todo en Confines de Smara (2018), se puede apreciar la inmensidad del desierto que rodea los campos de refugiados saharauis, unos campamentos que se formaron a partir de finales de 1975, momento en el que España entrega el Sahara Occidental – la que entonces era su provincia número 53 – a Marruecos y Mauritania y cuyos ejércitos ocupantes entraron a sangre y fuego en lo que aún era el Sahara español.
Aquella invasión militar provocó un éxodo masivo de la población saharaui. Quien pudo, huyó hacia el desierto, donde los saharauis, en su mayoría mujeres, niños y ancianos, eran perseguidos y bombardeados en su travesía incluso con napalm y fósforo blanco. Los hombres, también los más jóvenes, se unían a la resistencia engrosando las filas del Frente Polisario.
Mientras tanto, la población saharaui que logró alcanzar la frontera argelina se estableció en la hamada de Tinduf y levantó los campamentos de refugiados donde, desde entonces, tiene la sede también el gobierno en el exilio de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).
Desierto de Tinduf (2018), Carretera de Smara (2018) y Carretera a Rabuni (2010) son las otras tres fotos tomadas en los campamentos saharauis de Tinduf.
El resto de las fotografías son de otras latitudes, como los dos amaneceres desde el impresionante monte Nemrut, en una región turca que delimita por el oeste los confines del Kurdistán, o la Estepa infinita (2018) de Mongolia.
Una vía de un tren, o un tren en sí mismo, siempre imagina un horizonte y, en este caso, nos lo proporciona Ulan-Udè, parada del Transiberiano (2018) y una de tantas estaciones rusas por la que transcurre el mítico ferrocarril asiático. De hecho, no hace falta ser una vía férrea para marcar un horizonte imaginario. Cualquier camino de cualquier condición puede significar un horizonte. Nos lo evoca Alto en el Camino (2016), donde un pequeño grupo de mujeres de las tribus de las montañas del norte de Vietnam observan, descansando, el camino a casa después de una jornada en el mercado de Bac Ha.
Por último, la que lleva por título Namtso, el llac del cel (Namtso, el lago del cielo, 2010) es una fotografía tomada en el lago de agua salada más alto del planeta y ubicado en el techo del mundo, en el Tíbet, otra nación que lleva décadas sufriendo la ocupación y donde el gigante chino, como pretende Marruecos con el Sahara Occidental, lleva a cabo una modelo silencioso de limpieza étnica que, en el caso tibetano, consiste en el traslado continuo de población han al territorio.
Todas las obras estarán expuestas del 1 al 15 de febrero en el Centro Cívico Pere Pruna:
Centre Cívic Pere Pruna
C/ Ganduxer, 130
Barcelona
De lunes a viernes
De 9’30h a 14h y de 16h a 21h
Nos vemos en el acto inaugural el próximo viernes día 1, a las 19h.
(*) Imagen de cabecera: ‘Desierto de Tinduf’ / foto: @lluisrodricap