El próximo jueves 10 de octubre, a las 21h, tendrá lugar, en la iglesia de la plaza de La Virreina, de Barcelona, el concierto-exposición Carbón Encendido en favor de las víctimas de minas terrestres en el Sahara Occidental.
El evento está organizado por Divina Mysteria y la Federació d’Associacions Catalanes Amigues del Poble Sahrauí (Federació ACAPS) y cuenta con la colaboración de la Parròquia de Sant Joan Baptista, que ofrece la célebre iglesia del barrio de Gràcia para que, en su interior, se desarrolle el concierto y se mantenga colgada durante un mes la exposición de pinturas de Kristin Bendixen.
El evento nace con la finalidad de colaborar con las víctimas de minas en los campamentos de refugiados saharauis a través de ASAVIM, la Asociación Saharaui de Víctimas de Minas. También servirá para dar difusión al conflicto del Sahara Occidental, un contencioso silenciado y pendiente de resolver desde que España abandonó el territorio y lo entregó a Marruecos y Mauritania en 1975. Desde entonces, Marruecos ocupa ilegal y militarmente buena parte del país ejerciendo una brutal represión sobre la población civil saharaui que aún vive en lo que se conoce como el Sahara ocupado.
El resto de población saharaui vive en los territorios liberados del Sahara Occidental o en los campamentos de refugiados de Tinduf, en Argelia.
Con este concierto-exposición, se pretende dar a conocer, a través de la manifestación artística, la problemática que vive el pueblo saharaui puesto que es un tema no sólo desconocido, sino también olvidado sobre todo por los que un día fuimos conciudadanos de los saharauis. Esto es así porque el Sahara Occidental fue la provincia 53 del Estado cuando aquello era aún el Sahara español, y los saharauis, ciudadanos españoles «de pleno derecho», un status que truncó la llamada Marcha Verde de 1975 y la irresponsabilidad de los sucesivos gobiernos españoles desde entonces.
Para las Naciones Unidas, España continúa siendo de iure la potencia administradora del territorio a pesar de entregárselo ésta a Marruecos y Mauritania mediante el Acuerdo Tripartito de Madrid, un tratado de nulo derecho firmado el 14 de noviembre de 1975 y que significó el abandono y entrega de los saharauis a los dos países invasores. Pero el pueblo saharaui se defendió y se inició una guerra de resistencia que duraría 16 años (1975 -1991).
Para defenderse de los saharauis, Marruecos, apoyado y financiado por países occidentales, Israel y monarquías del Golfo Pérsico, levantó un muro de más de 2.700 kilómetros y lo sembró de millones de minas durante la década de los ’80. A día de hoy, se calcula que existen entre 7 y 10 millones de minas sembradas alrededor de lo que se conoce como el Muro de la Vergüenza convirtiendo el Sahara Occidental en uno de los territorios más contaminados por minas terrestres, bombas de racimo y otros explosivos sin explotar teniéndose que lamentar nuevas víctimas año tras año.
Las minas antipersona no entienden de guerras acabadas ni de armisticios. Su vida continúa por muchos acuerdos de paz que se firmen o armas se depongan. Para ellas, la guerra continúa y, si no se quitan, permanecen enterradas a la espera de ser detonadas por algún desventurado que pasa cerca.
En el caso de los refugiados saharauis, las víctimas son personas que han sufrido la guerra, el exilio, la lucha por la supervivencia y continúan padeciendo situaciones de precariedad debido a las mutilaciones y otras deficiencias provocadas por las heridas. Sufren de parálisis parciales o totales, amputaciones de miembros, pérdida de visión u oído y metralla incrustada en distintas partes del cuerpo, así como afectaciones psíquicas o sociales añadidas a la ya complicada situación que implica ser refugiado en el desierto argelino de Tinduf. Y como en cualquier otro lugar, estas personas a menudo encuentran barreras para su desarrollo y participación en su comunidad y, en ocasiones, arrastran a sus familias a la economía marginal, el estigma y la discriminación, llegando incluso a la negación de algunos de los derechos más básicos como una adecuada alimentación, educación, empleo y acceso a la salud.
Es por esto que el trabajo que realiza ASAVIM es de una incuestionable valía, pues, desde su creación en 2005, se ocupa de la reintegración de estas personas en la sociedad y la recuperación de su autoestima con programas de reorientación psíquica y social. Además, se coordina con el Servicio de las Naciones Unidas de Actividades Relativas a las Minas (UNMAS) en la labor de desminado del Sahara Occidental.
Precisamente por todo lo que está consiguiendo ASAVIM, se valoró la organización de Carbón Encendido como acto benéfico para contribuir al empeño de esta entidad por poner fin al sufrimiento actual y futuro causado por las minas antipersona en el territorio saharaui.
El nombre de Carbón Encendido tiene que ver con la visión que los organizadores del concierto tienen de la lucha saharaui por conseguir su libertad. Como el carbón que utilizan los saharauis para la preparación de su té tradicional, es un carbón encendido y, en este sentido, la voluntad es que no se apague la llama de la atención a las víctimas de minas y al muro como muestra del conflicto que subyace.
Los artistas desean, según Marta Aoiz, una de las impulsoras del evento, «mostrar el arte como herramienta ante la intolerancia, la falta de paz y la escasez de solidaridad». Para ello, se ofrecerá un espectáculo donde se mezclarán música, cante y las artes plásticas. Y todo, en un entorno excepcional como es la iglesia de Sant Joan Baptista en pleno corazón de la vila de Gràcia.
El concierto Carbón Encendido se desarrollará en tres partes: una primera nos mostrará el conflicto del Sahara Occidental como una situación amarga; una segunda nos sugerirá unas soluciones dulces al mismo; y una tercera parte nos invitará a apostar por unas futuras acciones suaves para que la problemática del pueblo saharaui no caiga en el olvido y no muera su lucha. Las tres partes del concierto son una metáfora de las tres rondas de los tés saharauis, en las que el primer té es amargo como la vida, el de la segunda ronda es dulce como el amor y el de la tercera es suave como la muerte.
En el concierto participarán la mezo-soprano Eulàlia Fantova; el músico Miki Espuma, de La Fura dels Baus; de Divina Mysteria, Pavel Amílcar al violín barroco y Thor Jorgen a la viola da gamba; y Jordi Brau como recitativo. También se contará con la participación de la cantaora Mariola Membrives.
Este concierto es también exposición porque las pinturas de Kristin Bendixen ilustrarán el evento permaneciendo expuestas del 10 de octubre al 10 de noviembre.
Otros artistas han cedido también sus obras para que se subasten en el curso del concierto el mismo día del evento. Son las pinturas de Marta Aoiz y Mercedes Pascual y una fotografía de Carles Fortuny. Todo lo obtenido en las donaciones se destinará a las víctimas de minas mediante la gestión de la Asociación Saharaui de Víctimas de Minas (ASAVIM).
Durante el acto, se proyectará un vídeo de Kristin Carmina Ayala con imágenes de víctimas de minas, como las fotografías de Xavi Piera y Joseba Zabaleta, de su libro Té Amargo, y de la vida en los campamentos saharauis en general, como las que he cedido de la exposición itinerante Saharauis, imágenes de un pueblo en el olvido.
Los organizadores del evento proponen compartir la idea de cultura como herramienta para la libertad y la reparación de la deuda histórica con el pueblo saharaui y acudir al concierto este próximo día 10.
Así que os esperamos ese día, a las 21h, en la parroquia de Sant Joan Baptista de Gràcia ubicada en la calle Santa Creu 2, junto a la plaza de la Virreina, de Barcelona. La entrada al concierto será un donativo voluntario.
(*) Imagen de cabecera: detalle del cartel de Carbón Encendido.